Siempre resulta tentador acudir a viejas
fotos de antiguos viajes en los momentos de aburrimiento, los recuerdos
evocados son el mejor antídoto contra el bostezo.
Muchas veces me he dicho que el Rally Mongol
no puede ser mi última gran aventura, pero lo cierto es que a la fecha de hoy
lo es, por lo menos hasta que lo de Bután pueda hacerse realidad.
Como ya ha pasado cierto tiempo, la
perspectiva comienza a distorsionar de alguna manera la realidad. Por eso me
gusta enfrentarme al folio en blanco y derrotar a la memoria.
Sin duda, recorrer aquellas 4 semanas con
Nuria no es ninguna distorsión, fue real y agradable, a veces.
¿Por qué menciono a Nuria? Muy sencillo, no
se hubiera entendido aquél viaje en ambulancia sin su asistencia sanitaria
siempre lista. Primero, porque nadie hubiera pensado en el “Fortasec” si no
hubiese venido; y en segundo lugar, por la oportunidad que le brindó a Reche de repetir
hasta el cansancio aquella broma sobre que la ambulancia estaba perfectamente
equipada, llevaba médico, claro, es su sentido del humor, no podemos
hacer más.
He comenzado este texto porque a mi memoria
ha venido aquella intervención en carretera en la que participó Nuria. Un gran camión volcado tras una peligrosa curva, nada más
dejar la frontera de Irán con Turkmenistán, antes de llegar al primer control
de Policía cercano a Ashgabat.
La escena nos hizo especular sobre lo reciente del accidente, lo cual pudimos
comprobar unos kilómetros más adelante.
Llegados al control, un tumulto de gente que
miraba algo nos saludó. Ese algo era el camionero herido, con importantes
quemaduras, creo recordar que era un señor iraní. Nuria se apresuró a atenderlo con el poco o
mucho material que llevábamos en la ambulancia. No tengo ni idea de lo que
hacía, pero parecía sensato y muy limpio. Mi colaboración, como casi siempre,
no pasó de mirar cual curioso espectador y entregar alguna cosa.
Por desgracia para el señor camionero, al
poco tiempo de llegar nosotros apareció la verdadera ambulancia, con enfermera
turkmena y su boca llena de riquezas de oro, ya os digo que esa ambulancia
estaba peor equipada que la nuestra.
Nuestra sorpresa fue grande cuando la
enfermera, por llamarla así, tras un pequeño intento de colaborar con Nuria acabó expulsándola, deshaciendo, por supuesto, todo
el trabajo de esta. El señor camionero, con mirada triste, despedía con
agradecimiento a Nuria sabedor de su desdicha por encontrarse en el país
equivocado en el peor momento. Nos marchamos de la escena con tristeza e impotencia.
Reflexionando sobre todo aquello, me sentí orgulloso de mis compañeros de
viaje, por eso unos días más tarde, ya en Mongolia, y tras otra asistencia sanitaria, me ví obligado a rechazar cuatro cabras a
cambio de Nuria, ¡la Nurieta vale mucho más!
Jajaja, ¡por lo menos 5!
ResponderEliminarGracias por no venderla!!!
ResponderEliminarGente que se queda con la anécdota y no con el fondo. Muy tensos.
ResponderEliminarQué bonito todo, cuánto cariño, no doy crédito... Respecto al fortasec mejor no entrar en detalles (aunque hubo días que ni con esas...). Por la enfermera de los dientes de oro, impecable en la higiene y la asepsia, mereció la pena llegar hasta allí. Por ver a Patxi manejarse con su librito de dibujos en cualquier idioma, también. Pero sobretodo por mis compis (especialmente Mar, claro está) por tantos buenos ratos, por las cosas que vivimos y que vimos nosostros mismos y nadie nos contó. Por la cantidad de gente maja y solidaria, sin mayores pretensiones, que nos cruzamos en cada parada. Porque vosotros sois de ese tipo de personas...
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ResponderEliminarYa salió la tensa ... cansament.
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